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  • Amelie

“Time for Engagement, Action and Mentorship“ – Mi mes con ESK

Ahora que he vuelto a casa, puedo reflexionar sobre mi estancia en Bulgaria con un poco más de distancia.

En primer lugar, pasé 31 días en Blagoevgrad, una ciudad mediana del oeste de Bulgaria. Conmigo había unos 25 voluntarios más de diferentes países europeos.


Especialmente durante la pandemia, naturalmente pasaba mucho tiempo sola o en un pequeño círculo de personas cercanas, así que fue una experiencia en sí misma poder conocer a tanta gente nueva a la vez. No me costó mucho esfuerzo aceptar participar, pero seguía teniendo mucha curiosidad por ver cómo funcionaba la socialización, ya que últimamente apenas había oportunidades para ello.


Resulta que: no había la menor razón para preocuparse. Acabé en un piso con las 4 mejores personas que podía imaginar. Lo que nos une a todos (no sólo entre nosotros, los residentes del piso compartido, sino también con los demás participantes) es una voluntad común. Queríamos y queremos seguir observando, aprendiendo, riendo, hablando, viviendo, experimentando. Aunque todos estábamos en diferentes momentos de nuestras vidas -uno con un título, el otro (que sería yo) acabando la secundaria, así como, por supuesto, de diferentes regiones de Europa- no parecía que nuestras diferencias nos frenaran. En cambio, dieron lugar a una dinámica muy buena entre nosotros, cada uno capaz de reflexionar de una manera totalmente nueva.



La mayor parte del tiempo que no estábamos en la oficina, lo pasábamos explorando el país en autobús y tren, y a veces a pie. Hay que saber que, según mi experiencia, los viajes en autobús y sobre todo en tren eran a veces muy aventureros y no muy cómodos. Sin embargo, al final conseguimos explorar al menos un poco las ciudades más grandes e importantes del país, a pesar de algunas dificultades con los horarios. Por supuesto, esto sólo era posible los fines de semana, pero gracias al talento organizativo de algunos de mis compañeros de piso, pudimos aprovechar al máximo nuestro tiempo e incluso ahorrar dinero en el proceso (esto también era necesario; aunque Bulgaria es bastante barata en comparación con Alemania, por un lado, hay participantes con diferentes posibilidades financieras y por otro lado naturalmente queríamos ver lo máximo posible). Por lo tanto, dormimos poco en casa los fines de semana y mucho en los autobuses y trenes, pero definitivamente valió la pena.



Al final, puedo decir con la conciencia tranquila que ya sólo la parte interpersonal del programa valió cada segundo. Además, la naturaleza búlgara tiene mucho que ofrecer.

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